Antes…
ser músico era cuestión de dedos.
De músculos.
De años frente al piano.
De piel rota sobre cuerdas.
De error,
de repetición,
de sangre
en la yema de los dedos.
Hoy no.
Hoy el músico ya no ejecuta.
Diseña.
Es arquitecto de frecuencias.
Ingeniero del alma.
Arquitecto de lo invisible.
Antes el talento se medía en escalas.
Hoy se mide en atmósferas.
Antes se contaban compases.
Hoy se esculpen silencios.
Antes se tocaba.
Hoy se construye.
El estudio es el templo.
Los monitores, los vitrales.
El DAW…
es la partitura abierta del subconsciente.
Ableton, Logic, FL,
la paleta del pintor digital.
Y el productor,
ese chamán moderno,
invoca estados.
Convoca almas.
Habla en delays.
Grita con reverbs.
Canta con texturas.
Ya no hace canciones.
Hace lugares donde habitar emociones.
Diseña habitaciones invisibles
donde el miedo baila con el deseo
y el tiempo deja de existir.
Y en todo esto…
¿dónde está la filosofía?
Ahí, en la sombra.
En la luz que no ves, pero sentís.
En el Mito de la Caverna
donde ya no hay fuego ni cadenas
sino un beat en loop
que vibra en el pecho.
Platón hablaba de sombras en la pared.
Hoy el productor vive al revés:
entra al mundo de las ideas,
al código,
al vacío digital,
y vuelve con texturas que sangran belleza.
Él no toca la realidad.
La diseña.
Porque la música,
en manos del nuevo creador,
ya no es un lenguaje.
Es un universo.
Y él no es un músico.
Es un arquitecto de mundos.
by Borja Moskv
Borja Moskv
Over 100 subscribers