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Odio a la gente que hace negocio con la autoayuda vendiendo consejos enlatados o frases de mierda. Me parecen fundamentalmente falsos y deshonestos. No me pasa lo mismo con Birger Sellin. Birger vive en Berlín y si me lo hubiera cruzado cuando yo residía allí no hubiera intercambiado con él ninguna palabra. Básicamente porque no habla. Hace ruidos y grita, pero hablar, no habla. Birger es un poco mayor que yo y en los años 90, alguien con paciencia infinita le enseñó a comunicarse a través de un ordenador. Así que el bueno de Birger, con su Trastorno del Espectro Autista de nivel 3, empezó a contar cómo se veían las cosas desde su cárcel particular. Sus padres recogieron parte de sus escritos en un libro que se llama "Quiero dejar de ser un dentrodemí".
A Birger lo considero una persona honesta y que merece ser escuchada, a diferencia de la mayoría de psicólogos y psiquiatras actuales que se forran a base de mentir a la gente. Él reconoce que le gustaría ser diferente, que no le gusta lo que le ha tocado y que no es fácil dejar de hacer lo que hace, por muy estridentes que sean sus reacciones y por muy desadaptadas que sean sus conductas.
Cuando leí su libro quería tomar anotaciones de todo, pero al final me apliqué una "navaja de Ockham" particular que consistía en que solo me podía quedar con una palabra. Esa palabra fue Kimusawea. Birger, como le pasa a muchos autistas, se inventa palabras. Yo me invento muchas palabras que solo conoce mi pareja, con la que tengo una especie de "lenguaje paralelo". Kimusawea es la palabra que compartimos Birger y yo. Significa "No te adaptes si al hacerlo tu alma se muere por dentro".
Cualquier otra persona que me diga "no te adaptes si al hacerlo tu alma se muere por dentro" lo mando a tomar por saco inmediatamente. Sabe Dios que si me regalas una taza de Mr. Wonderful con esta frase la estrello contra la pared, o en tu cabeza si me caes mal. Pero si lo dice Birger, es otra cosa. Él tiene autoridad para decirlo, porque en su vida la presión por adaptarse es constante e incesante y tiene que saber elegir cuándo adaptarse y cuándo lanzar un grito y correr a esconderse debajo de la mesa. Su regla de oro es esta: no te adaptes si al hacerlo tu alma se muere por dentro.
Esta semana he tenido que repetirme la palabra Kimusawea muchas veces. Me asignaron un centro de prácticas de Cornellá y el jueves, tras solo dos semanas, les escribí para renunciar a mi plaza. El sitio en cuestión sigue la tradición psicodinámica, que para los que no lo sepáis es en esencia la corriente heredera de Freud y el psicoanálisis. Por el motivo que sea, escuchar a estos profesionales y aprender sus técnicas hacen "que mi alma se muera por dentro". Mis compañeras de prácticas se han ido adaptando sin mayores problemas y cada año pasan por allí una docena de estudiantes. Pero nada, tras unos días de intentarlo a mí se me marchitaba el interior, no había manera.
Tenía mil razones para adaptarme, para aguantar un poco más: "aprenderás un enfoque terapéutico que no conoces", "solo son 200 horas", "es un trámite", "perderás un semestre", "perderás el dinero de la matrícula". Nada funcionaba. Escuchar a esos profesionales y observar su manera de trabajar me exasperaba. Todo gente amable, educada y comprensiva... pero que por motivos que no alcanzo a entender me sacan de mis casillas, me hacen querer gritar y salir corriendo. Así que no me quedó más remedio que pensar en Birger y decir ¡Kimusawea! Y a tomar por saco las prácticas.
Contra todo pronóstico, la comisión de prácticas de la UOC me ha asignado un centro nuevo, que era algo con lo que no contaba ni en el mejor de los escenarios. Así que, si todo va bien, tendré una segunda oportunidad para no perder el semestre.
A Birger Sellin le da rabia ser un dentrodemí, no poder hacer las cosas como el resto. A mí me da rabia no poder adaptarme a otras formas de trabajar. Genera ansiedad ver que no encajas en un sitio y te entra la duda de si tampoco encajarás en el siguiente. Pero por encima del miedo a no encajar y del esfuerzo por adaptarse está mantener vivo eso que llevamos dentro y que nos hace sentir que la vida vale la pena. Nos va la vida en ello.
Gracias Birger.