En los estudios de Psicología tal como están estructurados tienen un peso relevante las asignaturas de Psicología Social. En la UOC en particular, a poco que hayáis cursado este tipo de asignaturas, veréis una constante teórica: las estructuras de la sociedad marginan y desempoderan sistemáticamente a unas personas (los oprimidos), para beneficiar a otras (los opresores). Este es uno de los muchos análisis posibles sobre la realidad, pero lo que me llama la atención es que sistemáticamente se aplica en la misma dirección: criticar a la "globalización" y al "capitalismo". Esto bajo mi punto de vista es sesgado, ya que también existen el nacionalismo proteccionista (p.e. Trump o Putin) opuesto a la globalización y el colectivismo totalitario (p.e. Maduro o Kim Jong Un) opuesto al capitalismo. El mundo se divide en opresores y oprimidos y los opresores siempre somos los mismos: nosotros.
Las asignaturas de psicología social en la UOC pierden credibilidad cuando 1) lo ven todo siempre en clave de conflicto opresor/oprimido y 2) se aplica la teoría sistemáticamente para atacar nuestra propia forma de vida, sin considerar otros sistemas opresivos (que no son ni globalistas ni capitalistas) que están también en el mundo, que causan también gran malestar y que, desde el punto de vista de la salud colectiva, son objetivamente peores: mayor violencia, menor esperanza de vida, mayor brecha de género, mayor mortalidad infantil, etc...
La explicación que he encontrado es que todas estas asignaturas tienen un sesgo ideológico claro que yo identifico como oikofobia. La oikofobia, tal como recoge la Wikipedia, se utiliza en contextos políticos para referirse críticamente a ideologías políticas que repudian la propia cultura.
Pero donde veo el mayor peligro no es en sostener académicamente este tipo de lecturas de la realidad basadas exclusivamente en el conflicto opresor-oprimido. El problema llega cuando se intenta que se traduzcan en maneras de intervenir psicológicamente. Es decir, cuando pasan del aula a la consulta. Aquí veo el riesgo claro de que el terapeuta se convierta en una especie de actor político que adoctrine al consultante en una cosmovisión política determinada. La psicología no está para hacer proselitismo ideológico.
Me diréis, con razón, que cualquier forma de hacer terapia es una opción ideológica. Si eso es cierto, yo como terapeuta, opto por hacer terapia de manera no oikofóbica. Es decir, considero el contexto cultural, social y económico que hemos heredado como un logro de la humanidad y pongo el foco en preservarlo y mejorarlo más que en tratar de destruirlo. Para mí es más fructífero buscar maneras en que el consultante encuentre su rol dentro del sistema y logre dar significado a lo que le rodea. No me parece una buena idea que el rol del consultante sea el de "antisistema" y que el significado a lo que le rodea sea utópico en el sentido estricto de la palabra: un ideal fuera de este mundo.
Estos enfoques antisistema suelen prescribir como receta "politizar el dolor", es decir, transformar al consultante en "activista". Esto puede ser válido para algún caso concreto en que esta nueva identidad le ayude a enmascarar sus problemas o a sobrellevarlos, pero no lo veo como solución universal y mucho menos como solución única. ¿Es un buen complemento a la terapia el participar en movimientos sociales? Por supuesto puede serlo, pero no es condición necesaria ni suficiente para la recuperación.
Para mí estas "perspectivas sociales" deberían ser una reflexión transversal a cualquier enfoque y no un enfoque en sí mismo. Temas como la sostenibilidad ecológica o la igualdad de género no deberían dar lugar a una ecopsicología o a una psicología feminista. Para mí eso es un error ya que son cuestiones para que cada profesional reflexione de manera autónoma y crítica y las incorpore a su práctica según su criterio. No tienen necesariamente en sí mismas capacidad terapéutica para hacer que disminuya el sufrimiento de la persona. Además, se corre el riesgo de convertir la terapia y el ejercicio de la psicología en un tipo de activismo más, causando rechazo a todos aquellos consultantes que, por el motivo que sea, sean sensibles a este tipo de injerencias en su cosmovisión sociopolítica.
Interpretar los problemas de salud mental en clave exclusivamente de conflicto social es tan reduccionista como limitarse al modelo biomédico y empastillar a la gente. No quiero que a un consultante le digan "hay algo en ti que está enfermo", pero tampoco quiero que el mensaje sea "lo que a ti te pasa se llama capitalismo/patriarcado/globalización". A lo largo de las asignaturas del Grado he intentado siempre mantener esta postura interviniendo voluntariamente en el foro para expresar mi opinión, muchas veces en contra de los textos que se nos proponen. En muchas de las asignaturas de mi site podéis ver una sección de reflexiones personales (ver esta por ejemplo). A favor de la UOC he de decir que los profesores por lo general han acogido bien mis contribuciones, aunque fueran críticas con los contenidos de la asignatura. A decir verdad, las únicas reacciones airadas han venido de compañeros de estudio, que normalmente han optado directamente por la argumentación "ad hominem" que se resume en descalificarme por ser un blanco heterosexual defensor del capitalismo y del patriarcado. Yo personalmente no me identifico con esas categorías, pero supongo que a ellos les ayuda encasillarme para estructurar su percepción y prevenirles de entrar a debatir el contenido de lo que escribo.
Yo entiendo la universidad como un espacio para contrastar la propia manera de ver las cosas con la de los demás. Nada de lo que yo diga o tú digas supone un peligro para la Universidad, al contrario, es riqueza. El único peligro real es que no te dejen decirlo o, peor aún, que no te dejes a ti mismo decirlo. Del Grado lo que me llevo no son las notas ni el título, sino el haber podido contrastar mis ideas con lo que dicen los académicos, los profesores y los demás compañeros. No he hecho el Grado para cambiar mi manera de pensar ni para "convertirme" a una ideología determinada, sino para poder depurar, afinar, matizar y enriquecer mi propio pensamiento.
No sé muy bien por qué he escrito todo esto hoy, supongo que necesitaba decirlo. Si ha resonado en ti, no dudes en hacérmelo saber respondiendo este email. Estaré encantado de leerte.
Francesc Gómez Morales
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Muchas gracias por esta entrada al blog, Francesc. Estoy cursando el Grado de Psicología en la UOC (60% superado, aproximadamente) y me siento muy identificada con lo que comentas. La verdad es que se me están haciendo muy repetitivas y extremadamente oikofóbicas todas las asignaturas de Psicología Social (y abusivo el sistema de evaluación que tienen, basado en trabajos colaborativos, pero ese es otro tema). En concreto, no pude sentirme más indignada con Historia de la Psicología, donde nos acercamos a esta materia desde una mirada crítica (antioccidentalista, feminista, etc.) sin haber estudiado antes nada relativo a la Historia de la Psicología. Es decir, según yo lo entiendo, toda crítica tiene que formularse después de un buen análisis de la materia. Pero sin haber comprendido antes la Historia de la Psicología reproducida tal y como se ha reproducido siempre, me resulta imposible entender o conectar con una mirada crítica de la misma. Me da la impresión que la tendencia de la UOC es apostar cada vez más por estos enfoques postmodernistas, que se traducen en teorías psicológicas tremendamente enrevesadas, difíciles de comprender y carentes de fundamento empírico. Por lo demás, muy satisfecha con el funcionamiento de la UOC :) De nuevo, gracias por tus aportaciones! Sonia.
Gracias por tu comentario Sonia. En esencia el problema que veo en la UOC es que la "deconstrucción posmoderna" se vuelve un fin en sí misma. Se deconstruye todo tanto que al final atenta contra la propia experiencia directa y el sentido común. Por eso la UOC tendrá que cambiar en los próximos años, no tiene recorrido lo que están haciendo.