Así ironizaba George Orwell en su obra "Rebelión en la Granja" sobre la corrupción de los ideales igualitarios en los regímenes totalitarios. De esta manera se justificaban los privilegios de los que gozaban los cerdos, que eran los animales que dirigían la granja tras la expulsión del dueño, el señor Jones.
A mí me ha venido esta frase a la mente mucho esta semana. En nuestra sociedad funcionamos con una serie de principios en los que "todos somos iguales". Por ejemplo, a todos nos cuesta levantarnos por la mañana, todos preferimos quedarnos en casa a ir a trabajar, a todos nos da miedo lo desconocido, a todos nos da pereza limpiar la casa, a todos nos angustian las malas noticias o a todos nos afecta que nos rechacen.
Este igualitarismo lo tenemos tan interiorizado que cuando te cuesta levantarte, ir a trabajar, mantener tu higiene personal y habitacional, salir a la calle o afrontar los retos cotidianos lo primero que piensas es "bueno, esto es lo que debe de sentir todo el mundo". La presión por pensar que todos somos iguales es muy grande, ya que de lo contrario significa que soy especial, que soy diferente, que tengo algún tipo de salvoconducto o privilegio, en definitiva, que "algunos animales son más iguales que otros". Y cuando tienes un "estricto sentido de la justicia" lo último que quieres es un privilegio.
En Rebelión en la Granja da mucha rabia ver que los cerdos se otorguen privilegios y, en nuestra sociedad, también existe una cierta rabia en el ambiente al ver que hay gente que son "más iguales que otros". "Si todos nos quedáramos en la cama se hundiría el país", se suele decir.
Veamos un ejemplo: supongamos que te levantas a las once de la mañana después de 12 horas de descanso cuando todo hijo de vecino se levanta a las siete después de 8 horas de sueño. Si "todos los animales son iguales" la explicación de esta diferencia ¿cuál es? Pues si quieres evitar "el privilegio", la opción que te queda es que debe haber "algo" que no te deja ser igual al resto, un defecto de carácter o una enfermedad. Así podemos seguir siendo "todos iguales", porque uno sería "igual" si no fuera porque está enfermo. De hecho si se "cura" de su enfermedad será como el resto.
Yo estoy pasando por una época en la que necesito descansar mucho más de lo normalmente establecido y en la que tengo un miedo desmesurado por acciones cotidianas que hasta hace unas semanas podía hacer con normalidad. Como "todos los animales son iguales", automáticamente me justifico pensando que "estoy enfermo" y busco "ajustar la medicación". Pero, la verdad, me gustaría tener margen para ser así, que la sociedad fuera de tal manera que "todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros". Me gustaría tener el privilegio de poder aceptarme como soy y no tener que intoxicarme para mantener en mí y en los demás la ilusión colectiva de que "todos los animales son iguales".
Actualmente es posible salirse del "todos somos iguales" mediante el reconocimiento de una incapacidad laboral. Es una odisea y la asignación que te conceden no alcanza para la supervivencia sin apoyo familiar. A mí me la denegaron porque "usted si quiere puede ganar dinero haciendo webs desde casa". También existe la posibilidad de que te reconozcan un grado de discapacidad, pero esto tiene un repercusión marginal, que se traduce simplemente en un poco menos de impuestos y algunos descuentos.
Es difícil vivir en el mundo de "todos los animales son iguales" cuando te cuesta seguir los dictados de "la normalidad". Entonces encuentras otros animales que les pasa lo mismo que a ti y es más fácil añadir "pero algunos animales son más iguales que otros". Pero no lo decimos muy alto, por si acaso despertamos a los demás de la ilusión colectiva de que "todos los animales son iguales".
Todos se preocupan porque vengan de nuevo los regímenes totalitarios... A mí en parte me da igual porque ya tengo la sensación de vivir en un régimen totalitario desde que tengo uso de razón.
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