Aunque no nos demos cuenta, la criptografía está integrada en nuestras vidas. Cada vez que enviamos un mensaje por WhatsApp, visitamos un sitio web con HTTPS o realizamos una transacción bancaria en línea, estamos utilizando criptografía. 😲
Servicios como Gmail cifran mensajes para protegerlos de interceptaciones. Plataformas como PayPal, Apple Pay y Google Wallet utilizan protocolos cifrados para asegurar transacciones. Netflix, YouTube y Spotify usan criptografía para proteger los derechos de autor y asegurar la transmisión de datos.
Todo esto parece abrumador, por eso, comencemos entendiendo qué es la criptografía: puede definirse como la ciencia y el arte de proteger información a través de códigos complejos. Es una herramienta esencial para garantizar la privacidad, una de las libertades más subestimadas de nuestra era hiperconectada y de vigilancia masiva por gobiernos y corporaciones Big Tech a los que curiosamente les regalamos nuestros datos.
En este punto la criptografía emerge como un superhéroe silencioso, se encarga de proteger nuestras conversaciones privadas y asegurar nuestras transacciones y más. Esta herramienta fundamental es mucho más que una pieza de tecnología: es el pilar de la soberanía digital. Sin embargo, como toda herramienta poderosa, también enfrenta dilemas éticos y retos tecnológicos que podrían redefinir su rol en la sociedad.
Desde el cifrado de César en la Antigua Roma hasta el código enigma Alemán utilizado durante la Segunda Guerra Mundial, podemos apreciar una evolución sorprendente de la criptografía junto con la tecnología disponible en la época. No es sorpresa que se haya usado principalmente para propósitos militares, de poder y conquista: la eterna batalla por el control de la información.
Aunque muchos perciben la criptografía como una disciplina puramente técnica, también puede considerarse una forma de arte. Al igual que un poema bien elaborado, un algoritmo criptográfico combina elegancia y funcionalidad. Los cypherpunks, en este sentido, fueron artistas revolucionarios que utilizaron la criptografía para resistir la opresión digital y empoderar a los individuos.
Los cypherpunks, un grupo de visionarios tecnológicos que inició en los 90’s, entendieron que la privacidad no es solo un derecho, sino un requisito para una sociedad libre, y lucharon en contra la criminalización de la criptografía. Figuras como Timothy C. May, Eric Hughes y John Gilmore crearon un manifiesto en 1993, que aún resuena: “La privacidad es necesaria para una sociedad abierta en la era electrónica”. Gracias a ellos, la criptografía no sólo es una herramienta de los gobiernos o las corporaciones, sino una tecnología al alcance de los individuos ¿Han cumplido los cypherpunks sus ideales o el pragmatismo del mercado ha diluido su visión?
Su legado es evidente en tecnologías como Bitcoin, donde la descentralización y el anonimato son principios fundamentales ¿Realmente entendemos y valoramos esta libertad que la criptografía nos ofrece?
Del movimiento Cypherpunk heredamos un marco ético para reflexionar sobre cómo la tecnología debe servir a la humanidad. Porque en sí la criptografía no es intrínsecamente buena ni mala; es simplemente una tecnología. Esto puede causar polémica por la diferencia de opiniones: se puede proteger tanto la privacidad de periodistas, activistas y ciudadanos comunes, como la identidad de actores de actividades ilícitas. Este doble filo plantea un dilema ético: ¿La privacidad debe ser prioritaria, incluso si ello conlleva riesgos? A continuación los invito a ver la siguiente charla (en inglés): Casas de cristal y tornados por Peter Van Valkenburgh, es una analogía sobre este dilema ético, a favor de que la privacidad debe ser prioritaria.
Los problemas asociados a la criptografía no derivan de su existencia, sino de la falta de educación sobre cómo utilizarla correctamente (moral). Como sociedad, enfrentamos el desafío de equilibrar la seguridad colectiva con el derecho individual a la privacidad. Pero, ¿qué sucede cuando los gobiernos y las corporaciones buscan debilitar la criptografía para mantener el control? Este es un debate que está lejos de resolverse.
La mayoría de los usuarios ignora las herramientas que protegen su privacidad por falsa sensación de seguridad, muchas personas confían ciegamente en aplicaciones sin saber cómo funcionan o qué datos recopilan; otras creen que “no tienen nada que esconder”, por lo que subestima la importancia de la criptografía.
Los cypherpunks defendieron la democratización de las herramientas criptográficas para que todos pudieran proteger su privacidad. En contraste, hoy nos encontramos con una incoherencia: dependemos de estas tecnologías, pero las ignoramos. Educar a las personas sobre la criptografía no es solo una cuestión técnica; es un acto de empoderamiento.
La criptografía también es la base de la autonomía digital, especialmente en el contexto de Web3. Herramientas como wallets criptográficas (software) y claves privadas permiten a los usuarios gestionar directamente sus activos digitales sin necesidad de intermediarios (instituciones financieras).
Por ejemplo, una billetera descentralizada como Metamask permite realizar transacciones seguras en blockchain y las claves privadas garantizan que solo el propietario tenga acceso a sus fondos, de esta forma se elimina la dependencia de terceros, reduciendo riesgos como la censura, las tarifas excesivas o el control centralizado. Sin embargo, también plantea el mayor desafío: la responsabilidad recae completamente en el usuario, lo que subraya la importancia de educarse sobre cómo gestionar estas herramientas de manera segura.
La visión cypherpunk de un mundo donde la privacidad sea inviolable puede parecer una utopía en un entorno dominado por la vigilancia masiva. Sin embargo, también es un camino inevitable si deseamos preservar nuestras libertades fundamentales en la era digital.
La llegada de la computación cuántica apuesta por cambiar los algoritmos actuales que prometen llevar la privacidad a nuevos niveles. Esto ha llevado al desarrollo de la criptografía post-cuántica, pero estamos lejos de una implementación generalizada. Mientras tanto, herramientas como los Zero-Knowledge Proofs (pruebas de conocimiento cero) y la computación multipartita ofrecen vislumbres de un futuro más seguro.
Al mismo tiempo enfrentamos retos tales como: leyes que buscan debilitar la encriptación, corporaciones que priorizan la recolección de datos sobre la seguridad del usuario, y una falta generalizada de concienciación sobre la importancia de la privacidad.
La criptografía es el elemento clave de la ciberseguridad, protegiendo desde comunicaciones cifradas hasta el almacenamiento de datos. Sin embargo, no es infalible. Entre sus vulnerabilidades se encuentran los ataques de fuerza bruta, que prueban combinaciones hasta encontrar la clave correcta, y el criptoanálisis, que analiza patrones para descifrar sistemas. Además, los errores humanos, como contraseñas débiles o la pérdida de claves privadas, siguen siendo el talón de Aquiles.
El cifrado de extremo a extremo se presenta como una defensa robusta que debería ser la norma, no la excepción. Sin embargo, las demandas de "puertas traseras" por parte de gobiernos para acceder a datos cifrados plantean un dilema crítico: ¿cómo balancear la seguridad pública colectiva con la privacidad individual?
La criptografía no es solo una cuestión de algoritmos y matemáticas; es una declaración de intención. Es la forma en que defendemos nuestra soberanía y privacidad en este mundo cada vez más conectado y controlado. Al final, la pregunta no es si la criptografía puede cambiar el mundo, sino si estamos dispuestos a utilizarla para protegerlo.
Los cypherpunks nos mostraron un camino hacia la libertad y la privacidad, pero el futuro de la criptografía dependerá de cómo equilibramos sus beneficios con los dilemas éticos, sociales y tecnológicos que plantea.
En este momento de la historia, donde la privacidad está en el ojo del huracán y la vigilancia masiva es una realidad, la criptografía se presenta como nuestra mejor herramienta aliada de defensa. Les recomiendo el documental de Netflix “El Dilema de las Redes Sociales”, sin duda sus perspectivas en cuanto a ellas van a cambiar. Como sociedad, debemos decidir cómo queremos utilizarla: ¿como una herramienta para empoderar a los individuos o como un arma para controlar a las masas? La elección está en nuestras manos, y el código, como siempre, será el que cuente la historia.
Signal, con su cifrado de extremo a extremo, permite a las personas comunicarse de manera segura, incluso en entornos de alta vigilancia.
ProtonMail, por otro lado, ofrece correos electrónicos cifrados, ideales para proteger la correspondencia de periodistas, activistas y usuarios comunes.
Tor Browser habilita el acceso anónimo a internet, protegiendo a quienes viven bajo regímenes autoritarios o simplemente desean navegar sin ser rastreados.
Mary López Paiva
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Mary López Paiva⚡️☕️
