
Nora tenía 34 años y una tesis doctoral incompleta que la acompañaba como una sombra desde hace más de un año. Profesora de tiempo completo, madre soltera de una niña de ocho, y con un reloj que parecía estar en su contra, cada intento de avanzar en su investigación terminaba en una frustración más. Las palabras "revisión de literatura" se le aparecían como un muro insalvable.
"¿Cómo voy a leer 40 artículos antes del viernes?", se preguntaba mientras observaba el cursor parpadear sobre un documento en blanco.
Pero entonces, ocurrió algo distinto…
Nora no era perezosa ni poco capaz. Al contrario. Pero el sistema académico parecía diseñado para quien tenía tiempo, recursos y silencio. Tres cosas que ella no conocía bien.
Intentó todo: resúmenes de colegas, videos explicativos, búsquedas por palabra clave en Google Scholar... pero nada era suficiente para darle claridad. Su pregunta de investigación seguía vagando entre conceptos similares y estudios inconexos.
Una tarde, a punto de enviar un correo para abandonar temporalmente su doctorado, vio en un grupo de Telegram un mensaje que decía:
“¿Ya probaste Elicit? Es como tener un asistente de investigación gratis.”
Curiosa, abrió el enlace sin mucha fe. Pero lo que encontró cambiaría su relación con la investigación.
Elicit no parecía mágico a primera vista. Le pidió que escribiera una pregunta. Nora escribió la suya, la que no lograba aterrizar desde hacía semanas:
“¿Cómo influye la inteligencia artificial en la motivación del aprendizaje en estudiantes universitarios?”
En segundos, una tabla se desplegó ante sus ojos. Allí estaban: autores, años, metodologías, tamaños de muestra, resultados clave. Todo ordenado. Todo visible. Todo lo que necesitaba, sin tener que descargar 60 PDFs para descubrir que no le servían.
Pasó tres horas sin levantarse, no por obligación, sino por sorpresa. Era como si la inteligencia artificial no le quitara el trabajo de investigar, sino que le quitara el trabajo de buscar lo que no servía.
Con Elicit, Nora comenzó a encontrar patrones: estudios que usaban gamificación, otros que analizaban IA conversacional, y algunos que señalaban efectos negativos. Cada hallazgo encajaba como piezas de un rompecabezas que ella misma había empezado pero nunca había podido armar.
En tres semanas, escribió el marco teórico que había postergado durante un año. Con cada columna personalizada en Elicit, organizaba evidencia, interpretaba hallazgos, y ajustaba su enfoque.
Por primera vez, sintió que podía investigar sin dejar de ser madre, profesora y mujer real.
Hoy, Nora ya no investiga sola. Tiene a Elicit como un copiloto. Y no porque le dicte respuestas, sino porque le devuelve el control del proceso. Comprendió que la investigación no tiene que doler para ser rigurosa. Que la IA no reemplaza al pensamiento humano, sino que lo acompaña cuando más lo necesitamos.
Y sobre todo, comprendió algo que no está en los papers: la tecnología es poderosa cuando democratiza el acceso al conocimiento, no cuando lo complica.
Mas información en:
https://www.frexus.dev/post/elicit-transforma-tu-investigacion/
<100 subscribers
Frexus
No comments yet