
Aurora no era una experta en tecnología. Dirigía una tienda de productos artesanales llamada Luz de Encino, popular en ferias y eventos, pero que había decidido digitalizar tras la pandemia.
Con una inversión modesta, lanzó su sitio web. Bonito, lleno de fotos y colores, pero pronto comenzó el silencio: las visitas llegaban... pero nadie compraba.
Aurora notó que sus antiguos clientes le escribían por WhatsApp para pedir productos, aunque ahora tenía tienda online. Un mensaje la golpeó fuerte:
"Intenté comprar, pero no entendí cómo pagar… me perdí."
Le dolió. ¿Cómo algo tan simple como comprar podía resultar tan difícil? Se sentía frustrada y perdida. Comenzó a investigar por su cuenta y descubrió la palabra que cambiaría todo: usabilidad.
Contrató una consultora joven con experiencia en UX/UI. Lo primero que hicieron fue grabar usuarios usando su web. El diagnóstico fue devastador:
El botón de compra estaba escondido.
La letra era ilegible en móvil.
El proceso de pago requería demasiados pasos.
No había mensajes de confirmación ni guía.
Aurora observaba a sus usuarios con impotencia. “No es que no quieran comprar. Es que no pueden.”
Rediseñaron todo el flujo. Simplificaron el checkout. Cambiaron los colores, mejoraron contraste, colocaron botones visibles, mostraron el costo total desde el inicio. Agregaron mensajes claros. Lanzaron pruebas piloto.
La conversión pasó del 0.3% al 4.5% en un mes.
La usabilidad no es opcional. Es la diferencia entre una idea buena que fracasa y una experiencia que conecta. Aurora comprendió que, en internet, no basta con estar presente. Hay que estar disponible, accesible y claro.
“No rediseñé mi tienda, rediseñé la forma en que mis clientes me entienden.”
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