Sofía, estudiante de ingeniería, siempre había amado los videojuegos. No solo como entretenimiento, sino como mundos capaces de despertar emociones, contar historias y crear conexiones invisibles entre personas. Sin embargo, había algo que la inquietaba: ¿cómo era posible pasar de una idea en la mente a un videojuego real, jugable y con impacto?
Su primer contacto con el desarrollo llegó cuando escuchó hablar de Godot, un motor open source. El concepto le pareció abrumador: programación, diseño, narrativa, música, pruebas… demasiadas piezas para alguien que apenas comenzaba.
Decidida, Sofía se propuso un reto: crear un pequeño juego narrativo en dos semanas. Lo llamó “Ecos del Bosque”, una historia donde las decisiones del jugador determinaban el destino de un viajero perdido.
El entusiasmo inicial pronto se convirtió en frustración:
El código no funcionaba como esperaba.
El diseño visual no se parecía en nada a lo que imaginaba.
La música que quería usar superaba sus habilidades técnicas.
Durante noches enteras, Sofía dudó si abandonar. “Quizá esto no es para mí”, pensó. Pero al compartir su experiencia en foros, descubrió algo clave: no estaba sola. Otros desarrolladores independientes pasaban por lo mismo, y la comunidad de Godot le ofreció consejos, recursos y, sobre todo, ánimo.
Al cabo de dos semanas, Ecos del Bosque no era perfecto: los gráficos eran simples, el sonido limitado y algunos errores persistían. Pero Sofía había logrado lo más importante: terminar un videojuego funcional y narrativo.
Al mostrarlo a sus compañeros, descubrió algo mágico: no se fijaban en los defectos, sino en la historia. Se emocionaban al tomar decisiones, al ver cómo cambiaba el final, al sentirse parte de un mundo creado desde cero.
Sofía comprendió entonces que el desarrollo de videojuegos no se trata de alcanzar la perfección técnica desde el inicio, sino de dar vida a experiencias que conecten con las personas.
El viaje de Sofía dejó una huella clara:
El desarrollo de videojuegos es un camino desafiante pero transformador.
No se requiere un gran presupuesto para empezar, solo creatividad, disciplina y comunidad.
Cada error es parte del aprendizaje, y cada pequeño avance es una victoria.
Sofía ya no veía a los videojuegos solo como entretenimiento. Ahora entendía que eran historias interactivas capaces de cambiar la forma en que sentimos, pensamos y nos relacionamos.
Mas información:
https://www.frexus.dev/post/introduccion-al-desarrollo-de-videojuegos-primeros/

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