
Daniela tenía 26 años y una pasión irrenunciable: la repostería vegana. En plena pandemia, con un título en diseño gráfico y una idea brillante, abrió su tienda online VeggieDelights.mx. Todo era visualmente atractivo, el sitio estaba hecho en HTML, CSS y algo de JavaScript. Lo justo para vender. O eso pensaba.
Durante meses, los pedidos llegaban sin parar. Su comunidad crecía, los likes también. Pero su sitio… no tanto. Estaba construido como una maqueta: cada clic recargaba la página entera, los formularios se trababan, y si alguien navegaba desde celular, el sitio se caía. Aun así, resistía.
Hasta el viernes negro digital.
Era noviembre. Había invertido en anuncios, descuentos, y un sorteo. El tráfico se disparó. Pero la tienda también.
Un usuario escribió:*“Me saca del carrito cuando agrego algo.”*Otro: *“Tarda mucho en cargar, me rindo.”*Y el golpe final: “No puedo pagar, la página se queda en blanco.”
Daniela, sola frente a su laptop, sintió cómo su sueño crujía. Revisó el código, refrescó, limpió caché, reinició el hosting. Nada. El DOM estaba estático, los elementos no reaccionaban, y toda interacción recargaba el sitio. Sin manipulación eficiente del DOM ni presentación asíncrona, su web era un cascarón.
El Black Friday fue un fracaso. Sus ingresos bajaron un 80%. Más que el dinero, le dolía haber fallado a su comunidad.
Después de una semana de silencio, Daniela decidió aprender. No solo arreglar: transformar. Entró a foros, hizo un curso intensivo sobre Manipulación del DOM, Fetch API y eventos asíncronos. Por primera vez entendió que no bastaba con que su sitio “luciera bien”: tenía que reaccionar.
Implementó funciones que actualizaban el carrito sin recargar la página. Usó addEventListener() para escuchar y responder al usuario en tiempo real. Incorporó fetch() para cargar reseñas de productos dinámicamente y mostrar disponibilidad en vivo. Aprendió a mostrar alertas temporales con setTimeout(), y a crear modales que emergían con fluidez. Cada clic, cada interacción, se volvió personal.
También contrató a una amiga desarrolladora para revisar su backend. Pero esta vez, ella sabía exactamente qué pedir.
El siguiente mes, su tráfico se duplicó. Y esta vez, el sitio aguantó.
Daniela entendió que hacer sitios web dinámicos no es solo cuestión de estética o eficiencia: es una forma de cuidar al usuario, de estar presente incluso sin hablar. Cada fragmento de código era una oportunidad para conectar.
Su historia no es solo la de una tienda que resucitó, sino la de una creadora que aprendió a escuchar el lenguaje del navegador… y del corazón del usuario.
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https://www.frexus.dev/post/sitios-web-dinamicos-dom-javascript/
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