
Mariana, una joven maestra de secundaria en una colonia de la periferia, se levanta cada día con la esperanza de cambiar aunque sea una vida entre sus alumnos. Vive en una comunidad donde la inseguridad es la norma: escuchó tiroteos de madrugada, vecinos desaparecidos y rumores del crimen organizado que se mezclan con el aire.
Pero lo que más la golpea no es solo la violencia. Es la corrupción que se escurre hasta en lo cotidiano: desde el soborno para que el camión recoja la basura, hasta la impunidad con la que un político local desvió recursos destinados a reparar la escuela donde ella trabaja.
Mariana ve cómo sus alumnos, en su mayoría de familias con bajos recursos, llegan sin desayunar. Muchos tienen que abandonar la escuela antes de terminar la secundaria porque deben trabajar para sostener el hogar. La educación deficiente no es una estadística en un informe: es la mirada cansada de un chico de trece años que ya siente que no tiene futuro.
Un día, en medio de una clase, uno de sus alumnos le preguntó:“Profe, ¿usted cree que algún día vamos a poder vivir sin miedo?”
Esa pregunta resonó como un eco imposible de ignorar. Mariana entendió que más allá de los libros, lo que debía enseñar era a creer en la posibilidad de un cambio.
Desde entonces empezó a organizar pequeños proyectos comunitarios: limpieza de calles, círculos de lectura, talleres donde madres y padres compartían recetas para evitar desperdiciar alimentos. Se unió con otros maestros para exigir mayor transparencia en el presupuesto escolar, mientras enseñaba a sus alumnos a cuestionar y proponer.
No resolvió todos los problemas del país, claro. Pero en su aula sembró semillas: niños que aprendieron a leer la realidad con ojos críticos, a exigir derechos, a valorar la educación y a confiar en que el cambio empieza en lo local.
La historia de Mariana no es única. Es la de miles de mexicanos que, en medio de inseguridad, corrupción, pobreza, desigualdad, crisis ambiental y falta de oportunidades, eligen no rendirse. Que en lugar de sucumbir a la frustración, transforman el dolor en acción.
El verdadero desafío no está solo en reconocer los problemas —violencia, corrupción, pobreza, discriminación, falta de inversión en ciencia— sino en atreverse a enfrentarlos con justicia, educación, innovación y comunidad.
Porque el futuro de México no se escribe en los informes ni en las estadísticas, sino en las manos de quienes deciden actuar, aunque parezca imposible.
Frexus
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