Hace un año, participé en mi primera carrera de ultradistancia: del Zócalo de la Ciudad de México a Puerto Escondido, Oaxaca, 790 km por la Sierra Mixteca. Fue un poco caótico: tuve poco tiempo para prepararme, pero decidí hacerlo. Quería impulsarme a probar algo nuevo, algo que me había estado llamando desde hacía tiempo, aunque sabía que tal vez no tenía el entrenamiento necesario para competir. ¿Para qué? Para aprender.